El capitalismo mundial integrado, en concierto con la tecnociencia, implica un profundo cambio de las formas de existencia humana. Si entendemos la política como el ejercicio de la polémica acerca de las configuraciones de la vida en sociedad, sus nuevos recortes y las nuevas reglas que las sustentan, y si entendemos el arte como el ejercicio de rastreo de las mutaciones de sensación en curso y su presentificación —ejercicio que orienta la creación de nuevas configuraciones de la existencia—, es de esperar que política, arte y sus interfaces estén en crisis. Pensar sus nuevos problemas e inventar estrategias para enfrentarlos está hoy al orden del día.