El pensamiento de Walter Benjamin está marcado por la extraterritorialidad. Su mirada es medúsica, inquietante, saturniana, capaz de congelar las cosas para después abrir en ellas una especie de interioridad subjetiva. Es el pensamiento que se atreve, se arriesga a detener la dialéctica para posibilitar el aparecer de un orden en el que se inscriben las mediaciones ocultas, los azares, esa interminable secuencia de otros que para Benjamin constituyen la verdadera historia de las formas. No se trata de reanimar el mundo para restituirlo a la comprensióno experiencia de un nuevo sujeto, sino de rescatar otra historia, en cuyo relato -la historia de las formas- se expresa ahora en su tensa y laberíntica representación. La Recherche proustiana, que tanto atrae y subyuga a Benjamin, es justamente un análisis inmenso, despiadado, del poder mágico de los indicios, tras los que se nos da la experiencia de un no-regreso, del irreparable fluir del tiempo y de la inasible vida de la memoria.